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Cuaderno De Rusia

Коломенское

Коломенское

Hacía tiempo que quería visitar la que fue residencia de verano de los zares entre los siglos XVI y XX: Коломенское (Kolomenskoe), ahora que la nieve aún no se ha derretido y el frío sigue, tan gentil, sin asediarnos es un buen momento, ¿por qué no?.
Situada a unos diez kilómetros al sur del Кремль (Kremlin) fue así llamada por encontrarse de camino a Коломна. La primera construcción erguida en lo que hoy es el parque Kolomenskoe fue la Iglesia de la Ascensión, fotografía que abre esta entrada. Construida en torno a 1530 por el zar Василий III (Vasiliy III) para conmemorar el nacimiento del hijo y heredero largamente esperado (que reinaría con el nombre de Ivan El Terrible), es la primera iglesia en forma de tienda (a diferencia de las clásicas en forma de cebolla) construida en piedra que se conoce en Rusia. Sus impresionantes setenta metros de blancos muros erguidos sobre un manto de nieve congelada al aparecer entre la bruma que levanta el río Moscova consiguen quitarme el aliento.  Y la imagino teñida de sangre, rindiendo honores a quien , en cierto modo, puede considerarse su artífice:

  

Antes de llegar allí paso por la Iglesia de Nuestra Señora de Kazán (construida entorno a 1650 por el Zar Алексей Михайлович, Alexis I, para conmemorar el centenario de la conquista del kanato Kazán por Ivan el Terrible)

  

me detengo atraído por la monótona letanía que emiten unos altavoces situados a la entrada y que parece ser la voz de un socerdote en plena liturgia. Entro y todo, en mi infinita ignorancia, me parece igual que en cualquier otra de las iglesias en las que ya he estado: iconos, iconos y más iconos; varios altares  y sacerdotes  y varios grupos de fieles repartidos por el templo. Pero, justo antes de irme, en un rincón, oculta entre gordas mujeres que se persignan e inclinan en gesto monótono, veo una preciosa niña de unos cinco o seis años, vestida como el resto de mujeres de la sala, con el pañuelo típico cubriéndole la cabeza, la falda por debajo de las rodillas y unas katiuskas  de pelo gris que rozan el volante de la falda. Se está sorbiendo los mocos y llora desconsolada. No puedo apartar la vista de ella.

Me gustaría hablar con ella, preguntarle por qué llora, decirle que no se preocupe, que ese hombre extraño que habla en un lenguaje extraño hasta para ella es parte del teatro en el que tendrá que vivir, que no es más que eso, un teatro del que todos formamos parte y en el que estamos obligados a actuar. Y ella está tan guapa con esas botas hasta las rodillas y el tradicional pañuelo ocultando los cabellos, que no debería dejar que una pequeña amonestación de su madre le quitara la sonrisa. Pero estamos en la iglesia y apenas hablo ruso como para explicar nada. Y es una niña. No necesita saber nada de esto, todavía.

Salgo y me dirijo en dirección a la ribera del río donde se encuentran los bosques y fuentes en los que Pedro I el Grande siendo niño (grande literalmente pues medía más de dos  metros), fundador de San Petersburgo, jugaba a la guerra con soldados de carne y hueso. Hoy los fieles y turistas se reúnen en el parque ya sea a rendir culto, ya a disfrutar de un agradable paseo con los esquís

ya en trineo

Y me propongo volver cuando el blanco níveo deje paso al verde primaveral. Y seguir contándoos si queréis.

3 comentarios

Armando -

Lèa, Ángel,

Mil gracias, o como diría Q, quite, quite...

Armando

Angel Duarte -

¡Espléndido post! Como afirma Lèa, esperaremos la crónica primaveral.
Saludos

Lèa -

claro que queremos!
sigue, sigue por favor..